martes, 17 de mayo de 2011

DEMOCRACIA REAL YA - ¡¡SAL A LA CALLE!!

 Imágenes de la gran manifestación del 15 de mayo por la tarde en Zaragoza.



Sobre ellas, el discurso de la película de Charles Chaplin "El Gran Dictador", tan actual hoy como en el periodo de entreguerras en que fue pronunciado.


¡¡NOS VEMOS EN LAS CALLES!!

lunes, 9 de mayo de 2011

DEMOCRACIA REAL YA - El 15 de mayo ¡¡SAL A LA CALLE!!

Este domingo hay convocada una manifestación en varias ciudades de España bajo el lema: "Democracia Real Ya, no somos mercancía en manos de políticos y banqueros"

Día: 15 de mayo de 2011
Hora: 18:00
Recorrido en Zaragoza: Plaza Paraíso, Paseo Independencia, Coso, Calle Alfonso, Plaza del Pilar (Delegación de Gobierno)

Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo. Estamos convocadas todas y todos, en calidad de ciudadanía, a salir a la calle el día 15 de Mayo, a las 18 horas, bajo el lema “Democracia Real YA. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Unámonos sin símbolos políticos excluyentes para hacer que se escuche una sola voz.

"Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo. Nosotros no podemos ser menos, queremos una democracia de verdad en este país y que la mayor parte de la clase política nos deje de tomar el pelo."

¡¡¡¡¡¡¡¡NOS VEMOS EN LAS CALLES!!!!!!!


viernes, 15 de abril de 2011

DISCURSO DE GERVASIO SÁNCHEZ DURANTE LA ENTREGA DEL PREMIO INTERNACIONAL JULIO ANGUITA PARRADO

Queridos miembros del jurado, queridas Antonia y Ana, madre y hermana de Julio, señor alcalde, señor vicerrector, querida Lola, señoras y señores.  

   Con gran emoción recibo el Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado, convocado por el Sindicato de Periodistas de Andalucía, con el apoyo del Ayuntamiento y la Universidad de Córdoba.

  No conocí a Julio pero varios de mis mejores amigos fueron compañeros suyos durante el tiempo que pasó en Estados Unidos y he pedido a uno de ellos, el gran periodista Alfonso Armada, que me escribiese un pequeño perfil que voy a leer a continuación:

  “Compartí con Julio algunos de los momentos más divertidos y luminosos de mi trabajo como corresponsal de ABC en Nueva York. Julio aparecía siempre impecable, con su camisa y su corbata en estado de revista, siempre de buen humor, con una sonrisa de oreja a oreja y la ironía bien afilada. Hacía mucho más llevaderos desayunos y ruedas de prensa, desfiles de moda y noches flamencas. La noticia de su muerte a las afueras de Bagdad nos dejó mudos, desencajados. Aunque las empresas periodísticas jueguen y practiquen la guerra de trincheras económicas e ideológicas, entre los corresponsales acreditados en Nueva York y ante las Naciones Unidas había una camaradería que pasaba por encima de manchetas y camisetas.

  Queremos tanto a Julio. Lo quisimos y lo seguimos queriendo”, acaba diciendo mi amigo Alfonso Armada.  

 Señoras y señores.          

  Siempre que regreso a Córdoba recuerdo mi primer viaje en tren que empezó en la vieja estación de esta ciudad. Tenía tres años. Mis hermanos pequeños saltaban de alegría. Se iniciaba una gran aventura. Barcelona era nuestro destino. Yo miraba las lágrimas de mi madre. Nos íbamos para siempre. Tardé en regresar casi dos décadas a mi ciudad natal, pero les juro que siempre he sido del Córdoba. 

   Nunca olvidaré la temporada 1964-1965. No sé si ustedes lo saben, pero el Córdoba tiene un record muy difícil de batir. En aquella temporada, una de las ocho que jugó en la Primera División, sólo recibió dos goles en los 15 partidos que jugó en el Arcángel, uno del gran Di Stefano cuando jugaba en el Español, y otro en propia puerta, de Ricardo Costa, contra el Zaragoza. Nadie le ganó 
en su estadio y quedó quinto en la Liga. Inolvidable.     

  Cuánto lloré cuando en la temporada 1971-1972 el Córdoba bajó a Segunda División con Kubala de entrenador. Tenía doce años y ya he superado el medio siglo. El año que viene hará 40 años. Por favor, señor alcalde, haga el milagro y regrésenos de nuevo a la Primera División. Es insoportable esta condena eterna.

  Quiero felicitar a la corporación municipal por bautizar dos plazas de Córdoba con los nombres de Julio Anguita Parrado y de José Couso. Ustedes han honrado a sus familias y han dignificado el mandato electoral.

  Qué diferencia de actitud si la comparamos con la del gobierno de la nación, la fiscalía general de la nación o la fiscalía de la Audiencia Nacional.

  Entre bastidores los altos cargos políticos y judiciales de nuestro país han conspirado contra sus propios ciudadanos. Entre bastidores han luchado “con uñas y dientes para hacer desaparecer los cargos contra los tres militares”, implicados en el asesinato de José Couso mientras mentían a sus familiares. Lo hemos leído en los papeles del Departamento de Estado de Estados Unidos filtrados por Wikileaks que deja a nuestros políticos y fiscales desnudos moralmente.

  Sí, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, la ex vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, el ex ministro de Justicia, Juan Fernández López Aguilar, el ex ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido y el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza.

  Sí, todos ellos conspiraron para sepultar el caso Couso bajo un manto de silencio. Se me ocurren palabras muy duras para denominar estos comportamientos. Pero la elegancia de un acto como este sólo me permite llamarles cobardes. Eso sí, COBARDES con mayúsculas. 

 Señoras y señores.

   Podríamos repasar el mundo desde hace mil o cien años porque los seres humanos estamos emparentados con la guerra, la violencia y la muerte desde tiempos inmemoriales. Pero es suficiente con reflexionar sobre lo que ha ocurrido en las dos últimas décadas.

  A finales de los años ochenta vivimos un ideal: el fantasma de una guerra nuclear comenzaba a desvanecerse mientras los descubrimientos médicos y tecnológicos permitían salvar a millones de seres humanos.

  Los europeos, los mayores inventores y exportadores de monstruosidades como la esclavitud y el genocidio, superaban las dramáticas diferencias del pasado que habían provocado guerras permanentes y se dedicaban a crear un gran paraíso económico.

  La carrera armamentística se frenó en seco y se comenzaron a solucionar los conflictos armados vinculados a la Guerra Fría. Aquellas guerras largas y sangrientas como la de El Salvador, Angola o Camboya daban paso a procesos de paz muy dinámicos que conseguían en días y semanas lo que había sido imposible en meses y años de negociaciones.

  Era el tiempo de poner fin a los regímenes dictatoriales y corruptos y exportar la democracia entre nuestros excedentes. Era el tiempo de establecer reglas justas en nuestros intercambios comerciales.

  Pero los acontecimientos se precipitaron. Las armas ya no obedecían a sus antiguos dueños, vinculados a los gobiernos de Estados Unidos, la ex Unión Soviética, Francia, Gran Bretaña o China, los más poderosos.

  Ahora defendían intereses de jefecillos locales auspiciados por las antiguas potencias coloniales y muchos países se desangraban ante la inoperancia y la hipocresía de los gobernantes más poderosos en los Balcanes, Oriente Medio y Lejano y, sobre todo, en África.

  Los periodistas estamos obligados a documentar los dramas humanos. Tenemos que sentir el 
dolor de las víctimas si queremos transmitir con decencia.

   Ryszard Kapuscinski escribió que “el reportero tiene que vivirlo todo en su propia carne” en “Los cínicos no sirven para este oficio”, uno de los mejores manuales sobre periodismo que existen. También afirmaba que “es erróneo escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un poco de su vida”.

   En otro de sus grandes libros, Ébano, que transcurre en África,  reflexionó sobre esa costumbre de los medios de comunicación de amontonar los muertos en cifras anodinas y de hablar de “morir en masa” cuando “el hombre siempre muere solo”.      

    A veces me preguntan por mi fotografía preferida. Podría elegir una que muestra las ruinas de la biblioteca de Sarajevo atravesada por un haz de luz que se cuela por una rendija de la techumbre derruida.

  Podría elegir una que representa dos mutilaciones al mismo tiempo, la del niño al que le falta una pierna y un ojo por culpa de la explosión de una mina antipersona junto a su madre tapada de pies a cabeza con el tradicional burka afgano.

  Podría elegir la de una niña sudanesa que mira a mi cámara y a mi conciencia con una calma que duele mientras agoniza en un campo de desplazados en el sur de Sudán.

  Podría elegir cientos de imágenes.

  Pero creo que mi mejor fotografía todavía no la he hecho. No pienso en una asombrosa imagen que dé la vuelta al mundo. Me gustaría mostrar la dignidad, más un concepto que una situación, algo muy difícil de resumir en una imagen.

  Cuando alguien sufre o agoniza es muy fácil fotografiarlo. Resulta incluso fotogénico. Y hay recursos retóricos que se utilizan a menudo: niños rodeados de moscas, hombres con miradas perdidas mientras mueren, seres humanos reconvertidos en esqueletos andantes.

  Creo que los que sufren y los que mueren tienen derecho a nuestro respeto. Han podido perderlo todo, incluida la vida, pero nadie tiene derecho a arrancarles la dignidad.

  Ser capaz de mostrarla, de fijar la emoción de un instante límite y, al mismo tiempo, documentarlo se ha convertido en mi asignatura pendiente.

  La única verdad incuestionable de las guerras son las víctimas. El mundo del Dolor se parece a un océano sin límites. Sus protagonistas forman un interminable ejército de muchos ceros condenados al anonimato.     

   ¿Por qué los países más ricos son los más pobres? La respuesta es fría como el hielo: buitres carroñeros, que se presentan ante sus sociedades opulentas como decentes hombres de negocios, roban sus riquezas y corrompen a sus  gobiernos.

  Se llevan los diamantes, el petróleo y el coltan y dejan armas para que los más pequeños jueguen a matarse.     

  Si la corrupción es perseguida en nuestras sociedades, por qué permitimos que nuestras multinacionales utilicen la corrupción para sacar mayores beneficios. Si buscamos paliar el sufrimiento en nuestros hospitales por qué no impedimos el genocidio o la persecución étnica

  Los señores de la guerra protegen sus intereses mientras los  soldados extranjeros apuntalan su poder. Todo sigue igual desde hace 30 años en países como Irak, Colombia, República Democrática del Congo o Afganistán tal como han explicado Eman Ahmad, Eduardo Márquez, Caddy Adzuba y Mònica Bernabé, mis predecesores en la lista de ganadores del Premio Internacional Julio Anguita Parrado.

  Las armas son cada vez más ligeras. Los fabricantes tienen interés en abaratar costes y reducir la edad de los combatientes. Los comandantes saben que los niños se entusiasman con los juegos bélicos. Los soldados infantiles no replican cuando se les da una orden y son fácilmente sustituibles.

    Nuestros hijos de 13 años serían combatientes en muchos países africanos. Actuarían como hombres y matarían por el control de una esquina. Aunque no sabrían responder a una pregunta simple: ¿Por qué mi país está en guerra?

   Los varones son privilegiados. Las niñas de sus mismas edades son violadas por sus jefes, utilizadas como esclavas sexuales, marcadas para siempre por el odio y la enfermedad.

  Si tienen suerte morirán muy jóvenes. Si no, el sida les tenderá la mano durante algunos años. La ignominia total: son esclavas sexuales durante la guerra y prostitutas cuando se alcanza la paz y se produce el desembarco masivo de los extranjeros. En los países golpeados por la violencia los blancos casi siempre huelen a dólares y colonia de lujo.

  Pueden ser iraquíes, colombianos, congoleños, afganos, somalíes, costamarfileños, libios. Fueron, en años anteriores, guatemaltecos, ex yugoeslavos, camboyanos, angoleños.

  Todas las guerras obedecen a causas importadas. Hay guerras porque la voracidad y la depredación están presentes en todas las transacciones económicas entre las grandes multinacionales y los pequeños países del Tercer Mundo.    

   Hay guerras porque los mismos gobiernos que patrocinan la declaración universal de los derechos humanos en su territorio nacional lo violan sistemáticamente cuando se trata de defender sus intereses estratégicos.

  Hay guerras porque la venta de armas es un negocio con grandes márgenes de beneficios. Hay guerras porque España ha exportado armas a países víctimas de conflictos eternos durante todos los gobiernos desde el inicio de la transición en 1977.

   Y este bochornoso negocio se ha cuadriplicado desde 2004, desde la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, el gobernante que más ha instrumentalizado y pisoteado la palabra paz, que, incluso, ganó aquellas elecciones gracias al estado de opinión creado contra la guerra de Irak y los errores cometidos por José Maria Aznar. 

 Ojalá fuese una broma lo que estoy diciendo pero no lo es: han cuadriplicado las ventas de armas en seis años y no se les ha caído la cara de vergüenza. 

  Hagamos un gran libro de los muertos, de las víctimas de tantas guerras inútiles e inconclusas. Un libro tan pesado como los presupuestos de todos los estados juntos y presentémoslo a la humanidad.

  A partir de ese día el mundo comenzará a cambiar porque la visión total de todas estas biografías inacabadas nos obligará a dar un grito definitivo contra el cinismo de nuestras instituciones gubernamentales, el obsceno manejo de los asuntos internacionales y el bochornoso comportamiento de nuestros políticos y diplomáticos cuando se trata de paliar el sufrimiento.

Muchas gracias
Gervasio Sánchez

miércoles, 23 de marzo de 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

La administración sigue haciendo recaer el peso de la crisis sobre los sectores más débiles

Estos días la administración aragonesa está tomando, bajo la coartada del ahorro energético,  medidas de recorte en las contratas (limpieza,…) con una importante reducción del número de horas, sobre el 20%.

Llueve sobre mojado. Con la crisis el ajuste sobre las subcontratas está siendo bestial. El mecanismo es sencillo: la administración saca los pliegos a la baja; las empresas, ante las dificultades del mercado de trabajo, compiten rebajando aún más las ofertas económicas. Resultado: incremento de la explotación sobre las trabajadoras –es un sector fuertemente feminizado- a través de mil y una manera que las empresas tienen para aumentar sus beneficios aprovechándose de la necesidad imperiosa del salario de muchas mujeres: aumento de las horas trabajadas y no pagadas; “equivocaciones” en la nómina; trabajadoras que no son dadas de alta en la seguridad social, etc. Irregularidades que, por otra parte, implican una clara dejación en la función de inspección correspondiente a la administración, cuando no connivencia con las empresas, ya que se trabajan menos horas de las acordadas y no se descuentan en las facturas; prestación de menos servicios de los acordados (horas de especialistas: cristaleros, etc) sin que tampoco se descuenten; también se consienten otro tipo de irregularidades que, más allá de errores, avalan esa connivencia (véase, por ejemplo, escrito del Justicia de Aragón a la consejería de servicios sociales y familia)[1]. Todo ello, supone transferir dinero público a empresas privadas sin contrapartidas.

En ese contexto, no se entiende que la administración opte, de forma unilateral y sin diálogo, por un recorte que basa su ahorro en un claro deterioro de los servicios públicos y en el paro o en menores ingresos de unos colectivos ya de por sí en los niveles más bajos. Medidas que implican que los colegios, hospitales, residencias de ancianos, centros de salud, bosques... van a estar un 20% más sucios.
Deciden ahorrar no desde lo que la lógica y el sentido común aconsejan: en primer lugar, reducir gastos superfluos y costes innecesarios (protocolo, imagen, asesores, coches oficiales, propaganda institucional,  ayudas y subvenciones sin finalidad social muy clara, publicaciones innecesarias  y un largo etcétera); en segundo, recorte de puestos de trabajo “excedentes”, sobre todo en servicios centrales cercanos al poder, donde se sobrecargan las plantillas, sin aportar valor al servicio público; sino como signo de poder; puestos, pues, al servicio de los políticos y no de los ciudadanos.

Tras estos ajustes necesarios, tanto desde un mínimo de ética pública como de la necesaria racionalización en la administración pública, existen otras medidas que se pueden aplicar, previa negociación con los trabajadores y trabajadoras que, sin duda, están comprendiendo mejor que los políticos el alcance de la crisis ya que la sufren en sus propias carnes, y en consecuencia,  están más dispuestos a buscar fórmulas más solidarias que las impuestas por la clase política: reajuste de horarios de apertura y cierre de edificios; reajustes en las jornadas, medidas eficaces de ahorro en el uso de calefacciones, refrigeraciones, iluminación...;  uso adecuado de equipos y material informático, uso responsable de otros medios (fotocopiadoras, teléfonos,...)
Sólo algunos ejemplos que demuestran que existen márgenes amplios de ahorro energético y de reducción de costes sin hacerlos recaer sobre los sectores más explotados. Cierto que pueden tener un pequeño coste que no parecen dispuestos a asumir: enfrentarse con el sindicalismo dominante hoy en la administración, fuertemente anclado en el corporativismo y la defensa de privilegios, lo que hace más cómodo trasladar las consecuencias de la crisis sobre los trabajadores de las subcontratas, aunque socialmente sea más injusto.

Injusticias que pueden verse en sectores como la limpieza, en el que los bajos salarios de las mujeres se están convirtiendo en la principal fuente de ingresos para muchas familias, ya que el paro en la construcción, industria metalúrgica... ha eliminado otras fuentes de ingresos. Estos recortes están condenando a muchas familias trabajadoras a no poder hacer frente a sus hipotecas o alquileres; a engrosar las filas de los parados o de las nuevas pobrezas. Cuestiones que no son fruto del azar, sino de decisiones como la que comentamos.

A nuestros políticos, encerrados en su autismo y ciegos a la realidad cotidiana de la gente de la calle, parece importarles poco que sus decisiones aumenten el paro y la pobreza; padecen del síndrome de inocencia. Ellos actúan movidos por las encuestas y su imagen, ya sea en aras de las próximas elecciones, ya para manifestar su sumisión a los verdaderos poderes de nuestra sociedad, el dinero en forma de capital en empresas y entidades financieras. 

Ya está bien de políticas irresponsables,  de hacer recaer el peso de la crisis sobre los más débiles; basta de políticos sin escrúpulos y sin imaginación, cuando no sin principios éticos y más comprometidos con el “mal común” que con el “bien común”.


 Escrito por:
Marisa Martínez Boat
Trabajadora de Limpieza

martes, 8 de marzo de 2011

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora

"Es la injusticia la que nos motiva a hacer algo, a tomar los riesgos, sabiendo bien que si no lo hacemos, las cosas permanecerán igual.”

Fue en 1911 cuando se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una reivindicación a favor del derecho al voto, el derecho al trabajo y la no discriminación laboral. Hoy cumple 100 años, pero son muchos más de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.

Unidas y unidos, salgamos a recordar a la sociedad que el patriarcado y el capitalismo nos someten de diferentes formas: Convirtiendo nuestros cuerpos en mercancía para la explotación sexual, dándonos trabajos precarios y mal pagados, representando más del 70% de la población mundial en situación de pobreza, asesinándonos por nuestro sexo, sometiéndonos a todo tipo de violencia machista y misógina, condenándonos a abortos clandestinos e inseguros, imponiéndonos cánones de belleza que oprimen y enferman.

Actualmente, seguimos viendo cómo las mujeres siguen accediendo al trabajo en categrorías inferiores en las escalas laborales para percibir una retribución peor a la de los hombres. La desventaja atroz en el acceso a una vivienda, a la educación, el empleo, la salud, a la cuantía de las pensiones...

Cómo la peor cara de  la discriminación se manifiesta en la violencia, todo tipo de violencia: en sus múltiples  facetas/etiquetas: verbal, psicológica, física, sexual, social... 
Cómo a violencia de género sigue llevándose cientos y cientos de mujeres cada año. Sólo en España, ya han muerto 14 mujeres en dos meses a manos de sus parejas o exparejas. Si cada mes hubiera el mismo número de víctimas por terrorismo, tanto la sociedad como los partidos políticos estaríamos alzando nuestras voces, "echándonos las manos a las cabezas".
Pero lo cierto es que son muchas más las víctimas por violencia de género o por accidentes laborales, y no pocos los argumentos que lo siguen justificando para no hacer nada (o casi nada). Incoherencias de nuestro sistema, de nuestras esctructuras (todavía patriarcales), de nuestras formas de actuar, de pronunciarnos, de organizarnos...

El 8 de Marzo,también es un día para recordar a nuestras hermanas que nos precedieron en la lucha, para recordarnos que estamos presentes en todas las luchas sociales.  Una llamada a no permanecer impasibles ante las situaciones de deshumanización y empobrecimiento de tantas mujeres; Al compromiso, la denuncia, la reflexión y a la acción,  para organizar la vida social desde la igualdad y desde el respeto a la diversidad de cada mujer y de cada hombre.

A TODAS Y A TODOS... ¡FELIZ DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA!